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Canecillos del tejaroz de la portada occidental

Identificador
33400_01_058
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Adriana Carriles García
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Convento de San Francisco del Monte (actual parroquia de San Nicolás de Bari)

Localidad
Avilés
Municipio
Avilés
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
COMO YA SE HA COMENTADO al hablar de la iglesia medieval de San Nicolás de Bari (actual iglesia del convento de los Padres Franciscanos), la posible confusión entre estas dos iglesias, edificadas en fechas muy próximas, se debe a un traslado, con el consiguiente cambio de advocaciones, efectuado en época reciente, como consecuencia de la desamortización de bienes eclesiásticos de finales del siglo XIX. En efecto, el proceso de desamortización, que jugó un importante papel en la política urbanística de Avilés durante la primera mitad del siglo XX, afectó a los tres conventos existentes en ese momento en la ciudad (San Francisco, San Bernardo y La Merced), así como a la antigua malatería de Santa María Magdalena de los Corros, situada en el extrarradio. Esto proporcionó una serie de amplios edificios y espacios que pudieron ser reutilizados para otros fines, incluyendo los no religiosos, sin que ello supusiese la destrucción inmediata de las construcciones. Así, el convento de los padres franciscanos, situado muy próximo a la plaza del ayuntamiento, fue brevemente ocupado por las monjas del convento de Santa Clara de Oviedo entre 1837 y 1845; y posteriormente pasó a tener diferentes usos de carácter civil, entre ellos el de Liceo. Finalmente, el 30 de diciembre de 1949 tuvo lugar el traslado de la parroquia de San Nicolás a la iglesia del convento de San Francisco, y viceversa. Para evitar confusiones en los comentarios, nos referiremos a estas iglesias con el nombre de su advocación original durante la época medieval, recordando al mismo tiempo, entre paréntesis, su titular actual. Así pues, tendremos presente en todo momento que ésta es la ficha del que en origen fue iglesia de la comunidad franciscana de Avilés. Dicha comunidad religiosa se asentó en Avilés entre los años 1267 a 1274, poco después de su llegada a Asturias (en los años treinta del siglo XIII fundaron un primer asentamiento en Oviedo), tal como se deduce de la documentación conservada. Como solía ser habitual en esta orden religiosa, los monjes ocuparon un lugar situado extramuros, pero cercano al núcleo urbano. No es mucho lo que se conserva del conjunto monástico original. De la iglesia conventual de San Francisco de Avilés (actual parroquia de San Nicolás) sólo ha llegado hasta nuestros días la portada septentrional, y de las dependencias monásticas propiamente dichas se conservan la triple arquería de ingreso a la sala capitular y una pieza de cancel, englobada ésta en el paramento norte del claustro. Estos dos elementos han servido para apuntar la existencia de alguna fundación monástica anterior a la llegada de los frailes franciscanos. A este respecto, y tal como plasmaron O. Bellmunt y F. Canella en 1895, “Madoz supone que debió ser [el convento] el de Samos, al que se retiró don Alfonso el Casto cuando huyó de Oviedo”. No conservamos testimonios documentales que permitan afirmar la existencia previa de un edificio de carácter religioso en el emplazamiento donde se luego se instalarían los monjes franciscanos. Ha sido esa pieza de cancel, de filiación prerrománica, la que dio origen a estas especulaciones, permitiendo relacionar el lugar con una de las donaciones efectuadas por Alfonso III en el año 905; el testamento de este rey habla de dos iglesias, bajo las advocaciones de San Juan Bautista y Santa María respectivamente, emplazadas en esta villa costera: et uillam Abellies, secus oceani maris cum ecclesiam Sancti Ioannis Baptistae et eclessiam Sanctae Mariae in Abellies. La validez de esta referencia es discutible, pues parece tratarse de una más de las falsificaciones interpuestas por mandato del obispo Pelayo, preocupado por aumentar el poder de la iglesia ovetense. Aunque su origen prerrománico no está probado, puede que este texto haga referencia a sendas iglesias que sí existían en la época en la que se escribió, aunque desaparecerían posteriormente. El cancel conservado en la iglesia de San Francisco de Avilés (actual parroquia de San Nicolás) fue descubierto en 1867 al realizar unas obras en la iglesia. Se trata de un tablero de cancel con decoración que recuerda modelos visigodos. La pieza, tallada a bisel, está decorada con tallos ondulantes entre los que se incluyeron imágenes de hojas nervadas y de racimos de uvas, todo ello rematado con zarcillos espirales y flanqueado por sendas molduras lisas. El conjunto ofrece un aspecto muy similar a otras piezas de este tipo, como pueden ser los ejemplos de Santa Cristina de Lena y los dos tableros de cancel procedentes de Santianes de Pravia, todos ellos con idéntica función: servir de separación entre el altar y la zona destinada a los fieles en las iglesias prerrománicas. Por su parte, la pequeña arquería incluida en la crujía Este del claustro resulta más arcaizante que la portada del templo y, por sus características estilísticas, cabría pensar que sea anterior a ella. Se trata de tres arcos, articulados todos ellos en dos arquivoltas de medio punto, de dovelas perfectamente escuadradas, desornamentadas; la decoración únicamente aparece en los capiteles, contando éstos con un repertorio iconográfico bastante diverso, que incluye una pareja de felinos apoyados sobre sus cuartos traseros vueltos y comparten una única cabeza, imagen muy difundida en el románico asturiano y de la que hay, como ejemplo más próximo, un capitel en la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo. El tema zoomorfo está también presente en la imagen de tres aves, perfectamente dispuestas en base al eje de simetría del capitel en el que fueron talladas. Las representaciones antropomórficas quedan reducidas a un rostro de carácter grotesco y tosca ejecución que asoma entre la decoración vegetal de un capitel. El resto de los capiteles se decora con diferentes composiciones vegetales, en general muy esquematizadas, o de lacería. Aunque por sus trazas esta arquería podría ser fechada entre finales del siglo XII y principios del siglo XIII y ser contemporánea de la portada principal de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos), de la iglesia de Santa María Magdalena de Corros y de la sala capitular de Santa María de Raíces, lo que supondría que el asentamiento de la comunidad franciscana en el último tercio del siglo XIII tuviera lugar sobre alguna fundación monástica anterior, nada permite confirmar tal cronología. Sin duda, además de las trazas semicirculares de los arcos, la talla de los relieves distancia esa obra de la portada septentrional. Pero, como ha expuesto M. S. Álvarez (1999), aunque simplificados, se aprecian motivos propios de la flora compuesta del gótico temprano que se relacionan con los capiteles del lado izquierdo de la portada septentrional que hacen pensar en una cronología paralela a ella. De la iglesia levantada por los monjes franciscanos únicamente se conserva, como ya hemos mencionado, la portada septentrional. Abierta en un cuerpo saliente que incluye un tejaroz sostenido por canecillos y con decoración escultórica en todas sus piezas. La cornisa aparece decorada, en su frente, con relieves vegetales de tallos ondulados, y en su intradós con parejas de flores de distinta apariencia y rombos imbricados; por su parte, en las metopas se repiten las composiciones florales, igualmente variadas. Los canecillos centran el repertorio antropomórfico de esta portada, donde destaca una mujer con un niño en su regazo y las figuras de sendos hombres en actitud tenante; para M. S. Álvarez, estas dos últimas representaciones masculinas, en posición erguida aunque con las piernas ligeramente flexionadas y los brazos extendidos hacia el cielo, podrían ponerse en relación con el tema del “hombre ascensional románico”, es decir, el hombre resucitado, imagen que, por lo forzado de su adaptación a los límites del canecillo, se habría asimilado finalmente con la iconografía del tenante. Según J. García San Miguel, algunos de estos canecillos fueron sustituidos, en el siglo XIX, por otros “similares”. El vano de acceso presenta perfil apuntado, y se articula en cuatro arquivoltas, sencillamente molduradas a base de boceles y medias cañas, y protegido por guardapolvo. Las arquivoltas apean sobre las líneas de imposta decoradas con una sucesión de flores tetrapétalas de botón central, talladas en un acusado altorrelieve. La decoración de los capiteles es predominantemente vegetal, con diversas composiciones entre las que asoman algunos rostros humanos. La portada septentrional de la iglesia de San Francisco (actual San Nicolás) puede ponerse en relación con la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo. Por sus trazas, por el apuntamiento de sus arquivoltas y por el abocinamiento tan desarrollado, ambas pueden considerarse estructuras de una cronología avanzada, aunque la de San Francisco (actual San Nicolás) es más evolucionada, observación lógica si tenemos en cuenta el marco temporal, puesto que la iglesia franciscana se edificó con posterioridad a la de Sabugo. De hecho, para R. Alonso resulta fácil demostrar la participación de dos talleres diferentes en la ejecución de esta portada: por una parte, uno de los talleres labró los capiteles de la jamba derecha, los más semejantes a la portada de Sabugo, y por otra parte, otro taller se encargó de los capiteles de la jamba izquierda, que presentan un aspecto estilísticamente más evolucionado. Por ejemplo, los capiteles fueron ya esculpidos constituyendo un friso corrido de aspecto unitario; además, y como consecuencia de la sensibilidad naturalista propia de la orden franciscana, la temática antropomorfa es desplazada de los capiteles (que, a diferencia de Sabugo, sólo presentan decoración vegetal), quedando las imágenes historiadas relegadas a los canecillos del tejaroz. Como elemento destacable, en el vértice de la portada, en pie sobre la línea del guardapolvo, se talló una figura masculina ataviada con el hábito franciscano, y de rostro inexpresivo; la imagen ha perdido la mano derecha y con la izquierda sostiene un objeto de difícil identificación. Se trata, probablemente, de una representación del titular del templo, San Francisco, siguiendo la práctica de representar al santo patrono en el ingreso al espacio sagrado, que en Asturias se aprecia en varias construcciones del siglo XIII de estilo protogótico. El conjunto monástico de San Francisco de Avilés (actual parroquia de San Nicolás) sufrió diversos avatares a lo largo de su historia, que provocaron sucesivos y profundos cambios en su aspecto original. En 1522 Avilés sufrió un importante terremoto, que afectó a gran parte de los edificios, entre ellos convento de San Francisco y la iglesia de San Nicolás de Bari, con lo que se acometió un nuevo proceso de reforma del edificio conventual franciscano. Dada la reducida capacidad económica de los monjes, en 1582 solicitaron al Ayuntamiento de Avilés una ayuda para sufragar los gastos ocasionados por la construcción de la nueva sacristía. En 1599 se iniciaron las obras del nuevo claustro, con trazas de Domingo de Mortera y bajo la dirección de Gonzalo de Güemes. El diseño de este claustro, a decir de V. de la Madrid, tomaría como modelo el de la Universidad de Oviedo, comenzado unos años antes; de todas formas, las modestas dimensiones del claustro avilesino hacen pensar que se respetaron las medidas del claustro medieval original. Sin embargo, las dos crujías que se conservan actualmente fueron reconstruidas entre 1958 y 1965 con los materiales que pudieron ser reaprovechados, pues el claustro había sufrido serios daños a comienzos de siglo. Adosado al paramento del claustro se encuentra el sepulcro de Martín Alas, ejecutado a finales del siglo XV y que ya es plenamente gótico. Se trata de un sepulcro muy destacado por su tratamiento escultórico, que incluye la representación del difunto, esculpido sobre la cama, tendido y custodiado por las figuras de cuatro ángeles. Las influencias flamencas de esta obra son patentes, algo que no resulta extraño si tenemos en cuenta las fluidas relaciones comerciales que el puerto de Avilés mantenía con Flandes. Pero no es este el único enterramiento destacado; ya Quadrado, en 1855, y Vigil, en 1887, recogían como “Al mismo siglo pertenecen otros sepulcros interesantes, sin inscripciones, colocados a la derecha del altar mayor bajo dos nichos ojivales, que cobijan dos bultos tendidos de varón y de mujer, vestidos de la época; al lado izquierdo, y con arquillo de medio punto, hay otra urna con labores góticas”. A comienzos del siglo XVII finalizaron las obras del claustro y se construyeron nuevas celdas de habitación para los monjes. En cuanto a la iglesia, en 1621 se reformó la capilla de la Magdalena, hoy sustituida por la actual obra del siglo XIX. Las obras más importantes tuvieron lugar a partir de 1670 con la reforma de la cabecera, las capillas laterales del lado de la epístola (capillas de Santiago y del Espíritu Santo) y el pórtico, todas ellas de trazas barrocas. En cuanto al pórtico que actualmente protege la portada septentrional de la iglesia, fue levantado entre 1685 y 1695, como advierte una inscripción colocada sobre el arco central, se conforma por un amplio espacio, que proporciona gran diafanidad a la portada, sustentado por cinco arcos de medio punto sobre pilares; aunque no queda constancia documental de quién facilitó las trazas, se sabe que Francisco Menéndez de Camina (hijo) trabajó en él como tallista de unos escudos con la imagen de una cruz y las llagas de San Francisco. En cuanto a la imaginería y otras manifestaciones artísticas de época medieval que han llegado hasta nuestros días, hemos de referirnos, muy especialmente, a una composición pictórica. En efecto, durante unas obras de mantenimiento llevadas a cabo entre 1960 y 1964 fue hallado un mural, pintado al fresco, que había permanecido cubierto de cal en una habitación interior de la parte alta del claustro. Se trata de una destacada obra de pintura mural románica, debido, además de por su calidad, a ser uno de los escasos ejemplos conservados en Asturias. Es un fresco de grandes dimensiones (2,80 m de ancho por 1,20 de alto) que representa la Última Cena. A la derecha de este fresco se hallaron restos de otro panel pictórico, por desgracia prácticamente perdido y que no pudo ser conservado. La escena, siguiendo la pauta iconográfica habitual, muestra a Cristo en el centro de la composición, rodeado por sus discípulos, dispuestos todos ellos a modo de friso, y representados con diferentes actitudes y reacciones; Judas, como era habitual, aparece al otro lado de la mesa, solitario, y a menor tamaño. Algunos detalles muestran una cierta humanización y elegancia en los movimientos (por ejemplo, el detalle de San Juan, recostado en el regazo de Cristo) y un ligero distanciamiento de los rígidos cánones románicos, por lo que la ejecución de este fresco podría datarse a principios del siglo XIV. Sin embargo, el conjunto muestra indudables signos de una voluntad arcaizante en su representación; el tamaño jerárquico de los personajes, la disposición simétrica de las figuras, la tendencia a la isocefalia, la bidimensionalidad o la frontalidad, que une diferentes puntos de vista (por ejemplo, la mesa aparece dibujada desde arriba mientras que las figuras y los objetos son vistos de frente). Además de lo anteriormente señalado, hemos de hacer mención a un capitel de época romana de procedencia desconocida, conservado en el interior de la iglesia y cuya presencia ya fue señalada por Jovellanos, a quién le llamó la atención su tamaño: “Salí por la mañana a misa a la parroquia de San Nicolás, y desde luego me sorprendió a la entrada un bellísimo capitel romano de mármol blanco de orden corintio, que sin el cimacio (pues le falta) tiene una vara de alto. Está a la derecha de la puerta principal de la parte de afuera y sirve de pila de agua bendita. ¡Qué columna no correspondería a los modelos de semejante capitel y qué templo o edificio a semejante columna!”. Se trata, en efecto, de un capitel romano de grandes dimensiones (90 cm de alto y 96 cm de ancho), de mármol blanco y gran calidad técnica. Se han dado varias teorías sobre su procedencia, entre ellas la de un posible templo romano en la zona de Gauzón, pero ninguna de ellas ha podido ser constatada documental o arqueológicamente. Aunque se encontraba en la iglesia de San Nicolás de Bari, a raíz de la permuta de advocaciones entre ambos edificios medievales, el capitel fue también trasladado al templo franciscano, donde en la actualidad continúa cumpliendo funciones de pila bautismal.