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Báculo de San Julián

Identificador
16078_0021n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 4' 42.04'' , - 2º 7' 46.37''
Idioma
Autor
Iván Amor Carretero Gallarte
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Museo Diocesano de Cuenca

Localidad
Cuenca
Municipio
Cuenca
Provincia
Cuenca
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
Nos encontramos ante uno de los elementos más sobresalientes de todo el museo, ya que a su valor artístico hay que sumar el valor emocional que ofrece a los conquenses el pequeño báculo de quien fuera segundo obispo de Cuenca y hoy en día su patrón: San Julián. Como era de esperar, ocupa un lugar privilegiado dentro del museo. Se ubica en la planta del tesoro y aparece ante el espectador en la primera de las tres vitrinas, siempre en primer plano y compartiendo el espacio con varios incensarios y un par de custodias. Aunque de pequeña dimensión (25 x 5 cm), esta pieza constituye una muestra muy importante de la conocida escuela de Limoges. Fechado en torno al año 1200, según la tradición de la cesión del báculo tras la muerte del obispo, está realizado en cobre dorado, con grabados y un precioso esmaltado. En la escena se representa la victoria de San Miguel sobre el dragón, según el relato del Apocalipsis (Ap. 12,7- 9). El esmaltado combina el color azul, que predomina a lo largo de toda la obra, con los rojos y blancos, en los que se figuran los esquemas del dragón-serpiente que da cuerpo a Satanás. Éste, en una brillante resolución, empieza en la empuñadura y concluye en la curva donde se encuadra San Miguel, siendo esta última parte la cabeza de la bestia. El ángel aparece alado y nimbado, está vestido con túnica de gran decoración (sobre todo en el cuello con tres pequeñas incrustaciones azules) y recogiendo la toga sobre el brazo derecho, en cuya mano sostiene la esfera (símbolo de la resurrección y de la victoria sobre el mal). Con el otro brazo, señalando con el dedo índice, indica la caída y derrota a la tierra de la serpiente. Cabe destacar el simbolismo de esta última, ya que, según Santos Saiz, “parece que aquélla surge del mundo vegetal terrestre, oscuro y profundo, sugerido tanto por la guirnalda de hojas doradas sobre fondo azul que decoran la porción vertical del báculo como por el ornato en relieve del asa dorada que, para refuerzo, une el torso crestado del monstruo con su vientre, el cual parece emerger como de entre los pétalos de una flor abierta”. En definitiva, además de ser uno de los objetos más antiguos del museo, es, a su vez, una de las piezas mejor trabajadas del taller de Limoges, gran centro europeo del esmaltado y cuya difusión se empieza a producir gracias, entre otras cosas, a la decisión del Concilio de Letrán (1215) de autorizar el uso del esmalte campeado en la producción religiosa. Algo que, sumado a su precio relativamente modesto, la vivacidad de los colores y su capacidad narrativa, harán que aumente la popularidad de dicho taller, que llegó a producir una de las piezas más importantes en la Península: el báculo pastoral de San Julián.
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