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Apostolado en la torre

Identificador
09150_07_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 28' 48.91'' , -3º 46' 58.74''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Nicolás de Bari

Localidad
Santibáñez-Zarzaguda
Municipio
Valle de Santibáñez
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL de San Nicolás de Bari está situada en el centro del pueblo, rodeada por un alto pretil. Es un edificio de tres naves en el que se rastrean varias campañas constructivas que van desde finales del siglo XV o principios del XVI, momento al que corresponde la cabecera, hasta finales del siglo XVII (1692-1698) en que se construyó la torre. En la fábrica se reutilizaron algunos relieves románicos cuya procedencia se desconoce. Para algunos procederían de la antigua iglesia o monasterio de San Juan, mientras que para otros serían restos aprovechados de una construcción anterior que se levantó sobre el mismo lugar. En el segundo cuerpo de la torre se empotraron las figuras de un antiguo e incompleto Apostolado compuesto por la Maiestas Domini acompañada del Tetramorfos y de ocho apóstoles portando libros o filacterias. Todos visten larga túnica con un marcado pliegue central flanqueado por otros en forma de V y de cuchara que se distribuyen sobre las piernas. Encima portan un manto que describe en el centro un amplio pliegue curvo, recogido a veces bajo uno de los brazos, y otros en zigzag a lo largo de todo el borde. Aunque todas las figuras guardan una unidad estilística, no parece que en origen formaran parte de la misma obra pues hay una considerable desproporción entre el panel del Pantocrátor y el resto. Compositiva e iconográficamente está dentro de la influencia del maestro de Santiago de Carrión de los Condes, si bien se trata de una versión más ruralizada que no llega a alcanzar las cotas de calidad del taller carrionés. Estilísticamente parece más cercana al Pantocrátor de Quintanadueñas y a la pila bautismal de Cueva Cardiel. En cualquier caso, la tendencia al movimiento de alguna de las figuras, la tímida gestualización que realizan con sus manos y el intento de humanizar e individualizar los rostros son detalles que apuntan hacia una cronología centrada en torno a 1200. En el interior del templo encontramos varias esculturas descontextualizadas que parecen corresponder a la misma época que las del exterior. Bajo dos arcosolios del muro de la epístola se han colocado cuatro figuras, dos de las cuales estuvieron antes empotradas en la cerca de la iglesia, en el lugar que ocupan ahora sus copias. Destaca en ellas el tratamiento de los rostros, de la cabellera y de los pliegues, así como el interés por el detalle que se plasma especialmente en los adornos de la indumentaria. La más pequeña (115 x 45 x 20 cm) muestra a un personaje ligeramente girado hacia un lado, con el tronco de frente, los brazos y la cabeza de perfil, el cabello ensortijado trabajado a trépano y las pupilas horadadas. Con sus manos parecía sujetar un objeto desaparecido que bien pudo ser una filacteria desplegada. Viste camisa de mangas plisadas, túnica con el cuello y las mangas ribeteadas y manto dispuesto sobre su hombro izquierdo ocultando el brazo con un gran pliegue curvo. Se recoge a la altura de la cintura formando ricos plegados bajo los cuales a buen seguro que asomaban los pies que le fueron mutilados al ser reutilizada la pieza. Junto a esta escultura hay otra que, como la anterior, también estuvo colocada en el cerco exterior. Representa a un santo obispo de pie (135 x 64 x 20 cm), bendiciendo con su mano derecha y sujetando el báculo con la izquierda. Va ataviado con la indumentaria propia de su dignidad (casulla, túnica, manípulo y estola) en la que llama la atención el cuidado detalle prestado a la guarnición de las ropas, con roleos incisos que tratan de imitar los bordados originales. Es posible que la figura formara parte de un friso bajo arquerías, al modo de algunos apostolados palentinos de la época (Carrión de los Condes, Moarves de Ojeda, Zorita del Páramo y Espinosa de Villagonzalo), tal como ponen de manifiesto las dos columnas con sus capiteles dispuestas a los lados. Otra de las esculturas, de similares dimensiones que las anteriores (116 x 45 x 24 cm), representa a San Pedro, bendiciendo con una mano y sosteniendo las llaves en la otra. Destaca el cuidado trabajo de su cabeza, de proporciones ligeramente cuadradas, con las pupilas horadadas, las orejas descubiertas y el rostro enmarcado por corta cabellera, bigote y barba, todo ello rematado en pequeños mechones acaracolados. Viste túnica de cuello ribeteado, con un pliegue central entre ambas piernas a los lados del cual se desarrollan otros en forma de V. Encima porta un manto que se tercia sobre su hombro izquierdo, tapando el brazo y formando un gran pliegue curvo en el centro. La cuarta figura, de mayores dimensiones que las anteriores (118 x 27 x 20 cm), representa a Cristo, erguido, con los pies mutilados, bendiciendo con la diestra y sosteniendo un libro con la otra. Porta nimbo crucífero sobre el que resalta su cabeza, con larga melena que cae tras las orejas, poblada barba y bigote. Su indumentaria presenta similares características que las descritas para las otras piezas, ofreciendo un muestrario de pliegues muy similar. En el mismo muro se ha colocado también un capitel románico (24,5 x 26 x 20 cm) decorado en tres de sus caras con una arpía de alas explayadas y collar perlado, dispuesta junto a un tallo ondulante que nace de su cola y se remata con frutos o bayas. En la parte alta del presbiterio, flanqueando el retablo mayor, se empotraron otras dos figuras del mismo estilo y época dispuestas bajo doseles o arcos formados por hojas de acanto. La del lado del evangelio re p resenta a San Miguel alanceando a un dragón que simboliza al diablo. En el lado de la epístola aparece un personaje con el torso desnudo, la túnica recogida a la cintura, los pies descalzos y una especie de corona o diadema sobre la cabeza. Está amarrado de pies y manos a una especie de mástil, como si fuera un preso o cautivo, similar a los que aparecen en otras iglesias burgalesas (Soto de Bureba, Almendres, Bercedo, Tubilla del Agua, San Martín del Rojo, etc.). Normalmente se identifica a este tipo de figuras con el pecador que es presa de sus propias faltas, si bien en el caso de Santibáñez resulta complicado darle la misma interpretación pues la imagen se encuentra reutilizada y por tanto fuera de su primitivo contexto. Resumiendo, podemos decir que las esculturas conservadas en Santibáñez fueron ejecutadas por un maestro o taller con buenos recursos técnicos y plásticos lo que le permitió alcanzar unas cotas de calidad aceptables. El estudio de los pliegues, el tratamiento de los cabellos y el incipiente naturalismo que se atisba en los rostros apuntan hacia un momento tardío del estilo que roza el horizonte cronológico de 1200. Desde el punto de vista estilístico se puede relacionar con el Pantocrátor de Quintanadueñas.